miércoles, 17 de octubre de 2018

Instagram

He abierto recientemente una cuenta en Instagram en la que subo textos míos acompañados de fotos que hace una amiga. Si os interesa, podéis seguirme en @Carreteypluma 

GRACIAS A TODOS

https://www.instagram.com/carreteypluma/ 

viernes, 10 de noviembre de 2017

No hay mayor error que temer cometerlo


Resultado de imagen de martillo juez

He dejado que un juez nazca en mí, crezca en mí, viva en mí. No se muy bien cuando nació. Tal vez nació conmigo. El caso es que lo quise, me hice su amiga, lo alimenté tanto que casi llegó a ocuparlo todo. Siempre dejé que tuviera la última palabra. A menudo le permití que decidiera por mí. Si él hablaba yo me callaba. Después de un tiempo, comenzamos a no soportarnos pero yo no era capaz de echarlo. Llegué a pensar que ya era parte de mí y que conviviría con él de por vida. Nunca estaba contento con lo que yo hacía, siempre esperaba un poco más: más valor, más precisión, más rapidez, más y más y más perfección. Me obligó a pensar que debía ser perfecta, que los fallos pertenecían a los mediocres. "Para hacer algo mediocre, mejor no hagas nada"- Me decía. Pero yo no era perfecta: no era perfecta expresándome en voz alta, ni bailando, ni cantando, ni demostrando cariño de forma visible. Así que dejé de hacer todo aquello que, según mi juez, me hacía parecer imperfecta. A veces me tentaba la idea de intentarlo: levantar la mano y participar en clase, cantar a los cuatro vientos y bailar en medio de la calle, gritarle a alguien lo mucho que lo quiero y lo poco que se lo digo. Pero entonces mi juez me bombardeaba a "y sis":
"¿Y si lo que dices es una tontería?"

"¿Y si haces el ridículo?"
"¿Y si aquel a quien tanto quieres te daña?"
Ya se sabe que el dolor nos hace vulnerables y deja a relucir todas nuestras flaquezas, nuestros mayores miedos, nuestras más profundas inseguridades. Nada de esto agradaba a mi juez así que me convenció de que para ser perfecta debía esconder todo aquello que me hiciera parecer débil, hacer que los demás sintieran que era de piedra, difícil de tirarme abajo; como si eso significara que pudiera soportar cualquier cosa que se presentara. Le hice caso: dejé de llorar, me acostumbré a no pedir ayuda, a hacerlo todo por mi misma, a no compartir ninguno de mis problemas (ni tan siquiera los de matemáticas). Aprendí a ser opaca en lugar de translúcida. Pero mi juez siempre quería más:
"Mejor un 10 que un 8"
"Quiero que hagas hat-trick, no que marques un gol"
"Escribe y reescribe hasta que quede perfecto"
"Si se fija en ella y no en ti será que no eres lo suficientemente buena"
¡Y UNA MIERDA! No sé cuando nació mi juez pero puedo aseguraros que se está muriendo. No me avergüenza decir que fui yo quien decidió herirlo de muerte. No podía más. Buscando la perfección por todas partes estaba creando una vida lejos de la misma. Y no es que la perfección no exista, es que yo aún no había comprendido lo que era. No podía entenderlo porque había estado buscando en el lugar equivocado. Quería hacer de mí una ecuación, algo que nunca falla, predecible, lejos del error... sí, pero también de la felicidad. Creo que sí existe un grado de perfección ese debe ser sentirse feliz y realizado. Y uno sólo puede ser feliz en la vida cuando comprende que la vida es errar, llegar a la meta lleno de arañazos que nos recuerden cuánto hemos luchado; arrugas que hablen de todo lo que hemos reído y llorado; diarios que cuenten todos los fracasos amorosos que tuvimos que vivir antes de encontrar a alguien que lejos de ser perfecto nos perfecciona, que canten a los cuatro vientos la de veces que nos hemos sentido ridículos antes de que alguien tomara en serio nuestra idea y en los que escriba una persona distinta cada día ya que la perfección es no dejar de moldearnos a diario para ser más felices.
Y las únicas imperfecciones de las que hay que librarse son de los malditos "y sis" que no nos dejan bailar en medio de la calle porque por fin has aprobado matemáticas. Porque hay 5 que saben a 10 y goles que valen por tres y eso mi juez nunca me lo dijo. Pero yo me di cuenta. Observé que la gente era más bonita cuando se equivocaba, cuando lo intentaba una y otra vez. Me di cuenta de que la gente más feliz era la que celebraba el intento y no el resultado; los que creían que darle al palo significaba que el gol estaba cerca en lugar de pensar que habían fallado el único tiro que tenían.
Ahí lo supe, supe que mi vida no era perfecta. Que no disfrutaba de ninguna victoria porque me había privado de aquellas que conllevaban esfuerzo y errores. Sólo tiraba cuando no había palos posibles que dar así que siempre ganaba sin sudor ni lágrimas. Lo había perdido todo en la búsqueda de una Pilar perfecta que no existía. De hecho, me había perdido a mí. Así que, tapándome los oídos para no escuchar a mi juez, planeé su muerte. Debía basarse en ataques específicos prolongados en el tiempo. Eso me ayudaría a hacerlo más pequeño antes del golpe final. Realmente pensé que sería más difícil pero a menudo lo difícil es el paso 1 de 100.000 y después todo se precipita cual efecto dominó. Hablé en voz alta, canté, bailé, escribí más con el corazón que con la cabeza, di discursos para muchas personas, quise con todo el alma sin pensar en si me romperían el corazón, recompuse mi corazón para volver a querer como si nunca me hubieran hecho daño, di todos los abrazos que tenía pendientes, celebré un 5 en matemáticas y seguí jugando aunque no marcara goles, tiré el orgullo y pedí perdón, me reconcilié con todo aquel que en algún momento me hizo daño pero también feliz, comencé a pensar en el " y si"... 

¿Y si mañana ya no hubiera tiempo?
Me arriesgué, lo intenté, hice todo lo que yo quería. No le gustó a todo el mundo PERO A MÍ SÍ. Mi juez había quedado reducido a un grano de arena pero aún hoy, algunos días, me engaña y me parece una montaña. Sigo creciendo, no soy ni tan siquiera la misma persona de la frase anterior pero ya me he encontrado. Ahora me quiero y me quiero más cuando fallo y consigo no rendirme. Y ahora sé quien es la gente que se queda cuando fallo. Esa es la vida perfecta.

Mi odiado y querido juez, sé que adoras tener la última palabra así que te cedo el turno...

Y bien, ¿cuáles van a ser tus últimas palabras?

El pájaro rojo

Érase una vez un pájaro rojo que observaba la ciudad desde la rama más alta de un viejo roble. El pájaro rojo había nacido allí porque su madre había decidido que aquel árbol cumplía con todas las características que debía tener un cálido hogar. Así que el pájaro rojo creció a la par que el roble y, en cierto modo, el roble hizo crecer al pájaro rojo. Aquel árbol le había proporcionado todo el conocimiento que éste tenía sobre el mundo que le rodeaba. Y es que, desde aquella rama, el pájaro rojo lo había observado todo desde su nacimiento: el cielo, el mar, las montañas, los edificios, las personas... la vida, la felicidad y la tristeza. Aquella rama era su casa, su soporte, su refugio. Incluso, cuando aprendió a volar, el pájaro rojo nunca quería ir demasiado lejos por miedo a perder su querida y única rama. El pájaro rojo se sentía gigante desde su viejo roble. No necesitaba volar más alto porque allí tenía todo cuanto quería en la vida: seguridad y amor.
Confiaba en la rama que lo sostenía más que en sus propias alas para no caer. Es por eso que el día que talaron el viejo roble, el pájaro rojo cayó con él sin recordar que podía volar. Se hirió gravemente de un ala... Aunque la herida más dolorosa se hallaba en su corazón. La primera fue atendida por su madre rápidamente y sólo hizo falta un tiempo para que sanara. Pensó que la segunda jamás se curaría así que decidió ignorarla. Por eso permaneció durante meses en el suelo sin alzar vuelo, junto a los restos de su vieja rama. Se posaba sobre ella pero ya no veía las montañas ni el mar ni los edificios. Pensó que jamás podría volver a verlos porque su árbol nunca volvería a estar ahí para alzarlo.
La herida no parecía curarse sino crecer más y más cuando el pájaro rojo trataba de ignorarla. "A veces las heridas necesitan que les de el aire en lugar de taparlas"- Eso es algo que el pájaro rojo había aprendido observando el mundo desde su querida rama.
Pudo recordarlo el día que, asustado por un peligro inminente, echó a volar instintivamente; tan alto que llegó a la altura exacta donde veía cada día el mar. Entonces reconoció la imagen. Se dio cuenta de que todas sus observaciones, todo lo que había aprendido gracias al viejo roble, habitaba en el único lugar donde nadie puede robarnos lo que apreciamos: su memoria. 

Entonces recordó también que tenía alas, que podía avanzar mientras sanaban sus heridas. Que aún le quedaba mucho por descubrir de aquellas montañas, del mar, de los edificios, de las personas y de la vida. Que tenía que seguir guardando imágenes en su memoria, completando las antiguas y generando nuevas. Entendió entonces que el viejo roble siempre volaría con él y que era su deber enseñarle todo aquello que no había podido ver desde su rama más alta.
Que tenía que seguir volando, seguir viviendo. Se lo debía al viejo roble. 

La gente importante nunca llama al timbre

Blindamos nuestro corazón como si se tratara de una casa. Cerramos las puertas y ventanas para evitar el peligro. Hasta bajamos las persianas para que no nos vean, para que no sepan que hay dentro. Escondemos nuestras pertenencias más valiosas por miedo a que las dañen o las perdamos para siempre. Echamos llaves y pestillos, colgamos un cartel de NO PASAR. Eso nos hace sentir fuertes, invulnerables, indestructibles. Pero la verdad es que cuánta más seguridad colocamos como barrera en nuestro corazón, mayor es el reflejo de nuestra propia inseguridad. Tememos que nos dañen, que conozcan nuestros tesoros... la alfombra donde escondemos el polvo y los problemas, el cajón de los recuerdos y nuestro rincón de llorar; porque entonces podrían darnos donde más nos duele. Nos ha pasado antes. De ahí los cerrojos. Una llave nueva por cada decepción. Por eso es tan difícil salir rápido de esta fortaleza. Porque a veces cuesta encontrar todas las llaves y recordar qué puerta abre cada una.
Pero a veces, no demasiadas, merece la pena. Y las encontramos todas, las agrupamos y les hacemos una copia para dárselas a alguien con quien nos sentimos seguros sin cerrojos y con las ventanas abiertas. Y, entonces, creemos ciegamente que esa persona no se irá jamás y esperamos con toda nuestra fuerza no tener que añadir una nueva puerta, un nuevo cerrojo, otra llave. Se llama confianza y, mientras dura, es un candado abierto, una alfombra de bienvenida y un "Tú como si estuvieras en tu casa".

Quien vive en tu corazón tiene ese derecho. 

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lunes, 21 de noviembre de 2016

El reino del casi casi

Del reino del casi casi
casi casi que no salgo.
Lo conseguí pero casi,
casi olvido lo que valgo.

Casi casi que yo hablo,
casi mejor me arrepiento.
Casi casi que yo bailo,
casi mejor ni lo intento.

Pienso en el qué pensarán
si al hablar meto la pata,
si me da por tropezar
o les parezco insensata. 

Nadie sale porque creen
que la puerta está cerrada.
La puerta la cierran ellos,
es más fácil no hacer nada. 

Decir ''mañana lo hago'',
''yo ya no puedo cambiar''.
''Yo soy así, soy un vago'',
''creo que es mejor no arriesgar''.

Del reino del casi casi,
casi casi que no salgo;
me costó mas, sin embargo
ya si que sé lo que valgo. 

Vale mucho más mi error
que el temor a cometerlo.
Si errar me causa terror,
más me aterra nunca hacerlo.

Deja atrás el casi casi.
Es difícil, yo lo entiendo.
Mejor morir por vivir 
que vivir casi muriendo. 


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lunes, 9 de noviembre de 2015

Lux-pasión

Si viste magia en mis pies,
en mi pecho estuvo el truco.
Que por no perder la fe,
conseguí todos los frutos...

Los que no iban a crecer
por quien no quiso creer:
el truco del almendruco.

Me dijeron: ''No podrás''.
Yo les dije: ''Mírame''.
Me caí y me sollé,
me repuse, fui a por más.

Ironías de la vida:
un corazón cabezón.
''Que quiero jugar al fútbol''
y una y otra vez: ''Que no''.

''Que no pudiste, pequeña,
ni ahora puedes, ni podrás.
Pequeña niña que sueña...
Si te caes, tú sabrás.''

Y yo supe que en la vida
me iba yo a resignar.
''Mejor serán cien caídas
que no volver a caer más.''

Saqué de esquina mi sueño,
lo defendí contra el miedo,
despejé todas las dudas,
me sentí tocar el cielo.

Doctor Garfio, va por ti,
mis alas querías cortar,
tú no creíste en mí
y ahora me ves volar.

Ahora mi pasión me escuda,
mi seguridad es de hierro;
regateo los obstáculos,
a mis fantasmas entierro.

Paso y corto en un suspiro,
me desmarco por la banda,
recibo, amago, tiro:
marco por toda la escuadra.

Desde entonces todo cuadra
y sé que pocos lo entienden.
Os desvelaré mi truco:
Que nadie apague en tu vida
lo que por dentro te enciende.


Meteorología empática

A esa amiga del alma que siempre hace de las tormentas un pequeño chaparrón.
Siempre unidas en los contra-tiempos.



Hoy está triste y el tiempo la acompaña,
las nubes lloran de su sonrisa la ausencia
con lágrimas que el cristal empañan
y colman el vaso derramando la paciencia.

El viento trae recuerdos que al corazón arañan
y arranca sin permiso lo que tanto quería,
la felicidad se ha escondido tras la niebla que engaña,
y a pesar de todo... Mañana será otro día.

El sol saldrá con ganas
y a ella le cederá un poco.
Por ver su sonrisa digo que no llueve mañana
pero no entiendo del tiempo y quizás me equivoco.

Quizás la lluvia escuece,
quizás el viento quema, 
quizás mañana nos empapamos de problemas
y la nostalgia crece y crece.

Quizás, poco es seguro.
Quizás siga doliendo y sólo vea un muro,
quizás el cristal empañado no le deje ver el futuro
pero no estará sola; lo juro.

Quizás aún mañana el tiempo no vuelva a la calma,
y siga lloviendo y ella llorando, y agua y más agua,
quizás no pueda más y le duela el alma
pero seguiré aquí con ella y llevo paraguas.





Cuatro letras.

¿Qué es la vida? Es escribir,
sobre una historia ya perfilada.
Empezar aunque ya sepas el fin,
hacer como si nada.
Mejorar a tu personaje página tras página, día tras día,
renglón a renglón, y tras cada borrón,
empezar la cuenta nueva contando amigos
con los dedos de las manos y sobrando un montón.
Que se raspe las rodillas con cada caída en cada escalón,
y que siga subiendo peldaño a peldaño con igual valor.
Y que tenga el valor de perderse en un cruce
y pararse a buscar un camino mejor;
y si faltan las ganas a veces que una voz le aliente
y unos brazos fuertes le den un pequeño empujón.
 Y que ame no sé cuantas veces, a besos,
y a veces no sea lo mejor.
Y así darle valor al amor verdadero 
para luego ofrecerlo al mejor postor.
Que ayudando a los otros se ayude a sí mismo,
y, asimismo, se quiera con su imperfección.
Que construya la mejor historia
 con lo que le dieron y lo que logró;
y esa historia interfiera en otras historias
 para hacer de ellas algo mejor.
Y cuando todo eso haya pasado,
                                                                                                   que se acabe el libro y lo firme el autor;
que si su historia trasciende en los años
y nunca se olvida, él nunca murió.

Todo lo que quedó en el tintero

Antes de que todo se turbara
hubo colores: 
rojo, amarillo, azul...
incluso verde,
verde esperanza. 
(Ahora mira y observa la balanza)

Antes de que todo se turbara

en los corazones, 
nos quisimos y mucho, 
y mutuamente:
mente a mente.
Y...lentamente...

...A veces me soplabas al oído,

sin yo saberlo,
que merecía la pena y mucho
ser una entre cientos.
(Y si digo que dijiste cientos 

en lugar de miles, miento)

...Y no te miento.

Nos sentimos capaces
de tocar el cielo...
...dejándonos los pies,
ilusos, en el suelo.
(Y suelo reprochármelo 

en cada desvelo)

Y atentos estuvimos

de mutuos desvelos
y los miedos del otro
cogimos de los pelos.

Y por los pelos

nunca fuimos siempre
y siempre fuimos 
un incierto adverbio de tiempo.

Y ahora que pasa el tiempo

y el tiempo mejora,
no veo sólo nubes,
también el sol brilla
y muchas horas.

Y si éste fuera el último

sólo te pido una cosa:
que olvides las espinas 
y te quedes con la rosa.

Y rosa, azul o verde,

te pido que recuerdes...
lágrimas no, sonrisas;
lluvia tampoco, brisa.

Y en esta noche

tan limpiaparabrisas...
admito que te quise
y me quedo con tu risa.
                                                                        
                                                                       

                                                             Te perdono, amor fallido.
                                                               El intento siempre deja algo bueno.
                                                            Gracias.




Cómo sobrevivir a un lunes sin morir en el intento

(Un lunes cualquiera de primero de bachillerato)
Primero asimila que no puedes evitarlo. Por más que te escondas bajo tu mantita seguirá siendo lunes. Tarda unos 7 segundos, nunca más de 7 segundos aguantando esa odiosa alarma que te propone levantarte bailando. Tu cuerpo tendrá otros planes muy distintos a ese pero ponle más ganas y consigue salir de la cama y caminar hasta el cuarto de baño. Anda despacio y casi sin levantar los pies del suelo, quizás, si no haces ruido, la vida no percata tu existencia y te deja vivir. Échate agua en la cara  sin establecer contacto visual con el espejo, eso sería demasiado arriesgado. Eso, tú no me hagas caso, ¿esto es lo que querías, descubrir que tu pelo, o lo que queda de él, tiene libertad de expresión? Pues sí, la tiene, y hoy no está dispuesto a quedarse quietecito. Mientras tú duermes, él sale de fiesta y ahora ha caído puyero, no le culpes. Ahora ve a despertar al insecto que dormita en la habitación de enfrente y se hace llamar tu hermano. ‘¿Quieres dejarme ya, coño? Ya voy, no estoy sordo.’  Aprovecha para pedirle que te deje esa sudadera que tanto te gusta. ‘¿Qué es una sudadera? Déjame en paz. Su respuesta a las 7 de la mañana siempre será afirmativa. Ya tienes la sudadera, ahora vístete. No intentes peinarte, hacer la mochila será más productivo. Coge el bono bus y sal por la puerta, sin la mochila. Aprovecha que pasa ese vecino del perrito que nunca te saluda para reírte a carcajada limpia de ti misma y de su cara de cirujano. Vuelve a entrar. Procura salir con la mochila. En caso contrario, acude a un especialista. Ponte música mientras de diriges a la parada intentando seguir el ritmo de la canción pertinente. Siempre será demasiado lenta o demasiado rápida, no intentes entenderlo. En tu paso casi ficticio veloz y descompasado pisa una mierda. Te recordará durante las 6 horas de clase lo afortunada que eres y tu compañero de mesa se acordará de tus padres. Acuérdate entonces de que empiezas el día con gimnasia. Exclama: ¡Mierda! El vecino y su perro pasarán por tu lado y te darán la razón entre risas. Llega a la parada con vida y sin haber matado a nadie. Al menos inténtalo.  O mejor todavía, mátate por llegar a un autobús cuyos planes no son esperarte. Correr con mochila te hará sentir estúpida y al subir todos los pasajeros te miraran con cara de ‘Enhorabuena amiga, pero aunque ahora te falte un pulmón te toca ir de pie.’ No mires desesperada en busca de un asiento, mantén tu dignidad y quédate de pie junto a la puerta, como si no te importara en absoluto. Cuando se acerque tu parada pulsa el botón rojo descubriendo que ya estaba pulsado. Siéntete imbécil. Después recuérdate a ti misma que hace poco que descubriste que la tabla de planchar no quemaba. Apúntate en la mano la palabra: ‘ESPECIALISTA’. Duda de tu memoria y añade a continuación: ‘LLAMAR’. Si te pregunta alguien durante el día diles que se ha estropeado la persiana del salón y tienes que recordarle a tu padre de llamar a… y que persianista te sonaba demasiado a músico. Bájate en el hospital y camina más lento cuanto más te acerques a la puerta del instituto. Convéncete a ti misma de que no puedes huir en globo aerostático y entra. Sube hasta tu clase con cuidado, ya tiraste una vez a una profesora en esa misma escalera. Ríete cuando llegues a ese tramo. Un niño de metro y medio de 1ºESO te mirará asustado. Dile que cuando llegue a bachillerato lo entenderá. Entra a tu clase con cara de lunes. Los que se resisten a tener cara de lunes soltarán un: ¡Buenos días! Di: ‘Igualmientes’ lo suficientemente rápido como para que entiendan lo que quieren entender. ‘Qué frío’ o ‘qué sueño’ pueden ser las frases claves para calmar la tensión. Guárdate un ‘qué hambre’ en el manga para sobrevivir las tres últimas horas. A partir de ahora no mires demasiado el reloj. Los minutos no correrán tanto como tú en gimnasia y cada vez que veas el minutero en el mismo sitio que hace 5 minutos te dará un pinchazo en el costado. Corre al lado de tu amiga asmática con tus dos rodilleras puestas, con algo de suerte el profesor se compadecerá y pitará 30 segundos antes de tiempo. Esos segundos serán la delgada línea entre la vida y la muerte. Mientras ejercitas tu cuerpo ve preparando tu mente para el examen de la hora siguiente. Cuando te repartan el bendito examen de inglés exclama: ‘Y pensar que la gente paga por dilatarse la oreja con exámenes así….’ Cuando la pseudopersona que parece que habla en reptiliano te pregunte que qué has dicho dile que quieres un folio. Pedir un folio es la clave para que tu profesor respire tranquilo con una sonrisa de oreja a oreja. Las próxima hora será una lenta espera al bocadillo de nocilla que mamá te ha preparado. Disfrútalo, la hora siguiente lo echarás de menos. Que se trate de tu asignatura favorita y tu profesor más sexy paliara el hambre y el sueño. El frío no. Descubrirás que tu profesor sexy tiene una verruga no sexy y gigante en la mano que acaba de apoyar en tu cuaderno para resolverte una duda. Nunca podrás mirar al ácido ortofosfórico con los mismos ojos. Llega tarde a la siguiente clase, tu profesor de Filosofía te pedirá que te quedes reflexionando acerca de la evolución cultural en el pasillo. A última hora tienes Lengua. Te gusta pero la hora que es te hará desvariar un poco. Cuando la profesora escriba P.N. bajo la cajetilla de análisis sintáctico exclamaras: ‘PENE’ con un torrente de voz que ni tú misma esperabas. Todos te mirarán, algunos con cara de póker, otros riéndose y tu profesora con esa cara que sabes que ha puesto, siempre la pone cuando quiere que sepas que esperaba más de ti.  Tu compañero de mesa colocará su mano sobre tu hombro en señal de consuelo. Limítate a mirarte la mano, coge el boli rojo y rodea ESPECIALISTA cuantas veces sea posible.

-De hoy no pasa.
Ríete. Dite a ti misma que has intentado tomarte un lunes con filosofía, aunque haya sido desde el pasillo en reflexión…y sonríe. Que nadie lo entienda. 

Padres, zapatos y bolígrafos sin tinta


-Nunca tires nada que pueda servirte en un futuro.- me decía mientras se desataba los cordones de unos Fluchos sin estrenar que había comprado hacía dos años.
-¡Oye, papá! ¿Tienes algún boli azul que pinte?- gritó mi hermano desde el salón.
-¿Ves lo que te digo Pilar? Hay que ser previsor y nunca previsible.
Me hizo pensar como tantas otras veces mientras le ponía cara de no prestarle ni un mínimo de atención. Así es mi padre, casi no habla pero cuando habla lo suelta todo en una frase y luego vuelve su silencio. El silencio que rompe silencios al unirse al mío.
Cuando abrió la caja de los bolis azules que pintan lo entendí, había que llevar siempre los Fluchos bien atados, por si en un momento dado, había que salir corriendo.’

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-Es que eres como tu padre, igualita.- me decía mi madre mientras yo intentaba cuadrar mi semana de exámenes, trabajos y médicos. Y tenía razón, si algo quedaba suelto no podía empezar a hacer nada, planificación y acción, orden interno y pocos cambios.
Ella no era así, no pensaba como nosotros, no creía que fuera posible tener todos los cabos atados, creía más bien que cada cabo necesitaba un lazo distinto y que eran las circunstancias las que marcaban los tiempos.
Mi madre no sabe dónde están los bolis azules que pintan pero en cinco minutos va a la papelería y viene con uno nuevo.
Nosotros siempre seremos de adaptar el suelo a los zapatos que llevemos atados y bien atados y ella, como su padre, como mi hermano, de elegir calzado según el tipo de suelo que toque pisar. 



La magia del primer amor

Carlos y Marta llevaban algún tiempo viéndose. Yendo de aquí para allá juntos. Riéndose como sólo ellos entendían. Compartiendo miradas que hablaban por sí solas. Sintiendo que el mundo era suyo cuando estaban juntos, que aquello que sentían en el estómago cuando sabían que iban a verse era muy fuerte. Pensando que lo que existía entre ellos era demasiado grande como para tener fin… cuando la suma de sus edades no llegaba a treinta.
- Tú no estás bien…
-Ya.
-Anímate tonta.
-Anímame tú.
-Pero yo no soy animador, yo soy mago.
-¿Ah sí? ¿Y qué magia haces tú?
-Espera, no te muevas,  tienes algo ahí.
-¿Qué tengo? ¿Dónde?
-Debajo de la nariz.
-¿Qué tengo? ¡Quítamelo, Carlos!
-No me lo perdonaría, es una sonrisa preciosa… ¿Ves como hago magia? Me anticipo a los acontecimientos.
-¿Ah sí? ¿Y ahora qué va a pasar señor mago?
-Ahora querida ayudante debe mirar el reloj y recordar bien la hora que es porque me dispondré a parar el tiempo.
- Las 18:08…sorpréndame.
-Pequeño contratiempo… al señor mago le ha entrado algo en el ojo. Corre, ¡sópleme!
-¿Se quita?
-Un poco más cerca y sople un poco más.
-¿Ya?
-Un poco más.
-¿Cuánto más? ¿Esto forma parte del truc…?
Marta no pudo decir nada más, al menos hablando.



Durante mucho tiempo fueron siempre las 18:08. Un primer beso mágico paró el tiempo para Carlos y Marta.


viernes, 8 de agosto de 2014

Shatsi

9 de agosto. Ya hace un año que empezó todo esto y casi parece que fue ayer cuando me tiró una botella de agua por encima en Matalascañas para que hablara porque estaba enfadada y había decidido hacer voto de silencio. Y lo consiguió. Empecé a hablar con ella y aún no me he callado. (Y eso que todos me conocen por no hablar mucho.) Pero con ella fue distinto. ¿No os ha pasado nunca que acabáis de conocer a alguien y ya sentís que os entiende como si llevara una vida con vosotros? Pues algo así. Tan solo acababa de empezar a acostumbrarme a su tono de voz y ya sabía que me quedaba mucho por escucharla. Que se haría más importante y... que no quería perderla. Y así ha sido. A pasitos cortos diarios ha conseguido ganarse toda esa confianza que a menudo escondo por miedo a la decepción y que, con ella,  sólo ha sido fuente de buenas sorpresas al ver que a veces podía entenderme mejor de lo que yo lo hacía. Y ahora puedo decir que me conoce como si siempre hubiese estado aquí. Como si un hilo invisible nos hubiese mantenido unidas desde siempre. Exactamente eso, una conexión invisible que, a veces, cuando nos reímos juntas se hace palpable. Quizás es por eso que puede escuchar las palabras que no digo, ver las lagrimas que caen por dentro y sentir el miedo incrustado en mi garganta formando un nudo, aunque yo siga sonriendo. Quizás es por eso que hemos permanecido unidas a pesar de las circunstancias, mejores o peores, que se han ido desencadenando. Y quizás es esa conexión especial la que siempre le ha hecho entender el cariño, para muchos inexistente, de esta niña arisca. Y saber así que no soy alérgica a los abrazos sino que necesito más de los que me atrevo a pedir. Y que también necesito darlos aunque no siempre sea capaz (Voy mejorando, todo hay que decirlo). Hoy, hace un año que empezaron nuestras parlas nocturnas y se que jamás se acabarán. Con cada nueva charla,  por whatsapp o en persona (Sí, también sé hablar en persona.), el hilo invisible se va rellenando de más y más confianza, hasta el punto de hacer que desaparezca ese miedo a ser nosotras mismas y decir lo que sentimos que compartimos. Hasta el punto de ser capaces de decir "Tengo miedo" sin que eso nos haga sentir débiles. Hasta el punto de saber que ese hilo solo puede hacerse más y más fuerte sin límite ninguno. Así son las amistades fuertes, las que no dejan de crecer y se hacen aún más fuertes en los momentos de mayor debilidad. Las que no se dejan vencer por grandes tempestades (Aunque algunas de ellas puedan hacer que se desate el hilo… con la fortuna de saber que el otro seguirá ahí, contra viento y marea, sin necesidad de que nada le agarre.)  Gracias por ser mi mejor amiga cuando ya había olvidado lo que eso significaba realmente. Gracias por no rendirte jamás en tu tarea de convencerme de que soy alguien que merece mucho la pena conocer. Gracias por estar en momentos difíciles y muy difíciles, sabiendo como hacerme sonreír cuando sólo quería llorar. Gracias por no fallar nunca. Por los abrazos que curan y las palabras mimadas al milímetro cuando más hacen falta. Por enseñarme que el no ya lo tengo así que solo me queda ir a por el sí. Por preguntarme por mis exámenes cuando todos creen que no lo necesito. Por recordarme siempre que busque a la Pilar con la que yo estoy a gusto no la que espera nadie. Por tu frase de "Hasta a la mejor gimnasta del mundo se le escapó el aro en los juegos olímpicos" para recordarme que todos mis fallos han sido necesarios para ser quien soy hoy. Gracias, alma gemela, shatsi, campeona. Gracias Marta, por llegar un 9 de agosto para quedarte. Felicidades viejecita, aquí están tus 18. Y tu shatsi. Ahora y siempre. Crusesita. Eres grande.

sábado, 24 de mayo de 2014

Los vacíos también pesan.

¿Quieres saberlo? Pues sí, duele. Y pasa el tiempo y se ríe de mi. Otra vez lo he conseguido, ¿eh? Y tiene razón. Otra vez he perdido. Y nunca duele tanto una derrota como cuando lo has intentado con todas tus ganas. Y al final queda esto. Nada. Las manos vacías,la cabeza alta y la sonrisa puesta. Hay que seguir. Levantarse. Olvidar. Descolgar las fotos. Esconder las cartas. Desalojar a los recuerdos. Desquerer. Mentir. Me da igual..no importa. Caer. Bajar la cabeza. Bañarte los ojos. Llenarte las manos de impotencia. Querer tanto como siempre y que eso sea más inútil que nunca. Agarrar a los recuerdos por el pescuezo y darles la razón. ¿Quieres saberlo? No soy de piedra. Sonrío para apretar el nudo en la garganta y que el miedo no se escape. Este miedo a perder lo que ya está perdido. A sentir este vacío. ¿Quieres saberlo? Llevo palabras incrustadas en el pie para dolerme a cada paso. La decepción a cuestas y mil recuerdos que me persiguen para darme un toquecito en el hombro para que mire atrás y vea que esto se ha acabado. Resuenan las risas. Resiento abrazos. Vuelvo a mirar las fotos. Releo las cartas. Las promesas me pellizcan el alma. Me ahogo por dentro. Intento entender. Conocer lo que ya no conozco. Y entonces vienen.
Los recuerdos malos de patitas largas. Gritos. Malas caras. Dobles intenciones. Aguantar. Tragar. Resistir. Patada al orgullo. Volverlo a intentar. Fallar.Patada al orgullo.Volverlo a intentar. Sentirte inútil.Patada al orgullo. Volverlo a intentar. Celos. Egoísmos. La culpa volando siempre hacia fuera. Olvidar lo que duele. Dejarlo atrás. Volverlo a intentar. Volver a fallar. Matar al orgullo. Una vez más. Nada de nada. Canciones que arrugan el alma. Aplazado, de nuevo inacabado, agotado, no sé si podré dar más... Vamos,ahora, que no mira nadie. La impotencia me empaña los ojos. Un recuerdo salado me baja hasta la boca para recordarme que cuesta sonreír. Miro a mi orgullo a los ojos. Ya tuvimos suficiente. ¿Quieres saberlo? No soy de piedra. Yo también necesito huir y que me sigan. Querer y que me quieran. Llorar y que me abracen. ¿Creías que no? Pues sí, me duele. Me duele que después de tanto no lo supieras. Que dudaras de este vacío que siento. Este vacío que es sólo vuestro y pesa. Y que, lo creáis o no, nadie podrá llenar.



lunes, 20 de enero de 2014

Felicidad inmortal

Como dos colores muy distintos que se complementan a la perfección, así somos tú y yo, dos palabras que no se sueltan de la mano a pesar del tiempo y la distancia. Dos palabras que cuando estaban juntas se unían para dar la palabra más invencible del mundo: Nosotras. Y nadie nos ha ganado. Las niñas de la equipación de Capi y  Navas no han dejado de ganar partidos juntas.  La alta y la ''medio baja'' (tú ya me entiendes) han llegado juntas de puntillas a todo aquello que se hayan propuesto. 
Juntas se han comido el mundo cual sándwich de nocilla. ¿Y qué dificultad no se supera con un buen zumito de melocotón? La patashula y su amiga del alma han corrido, siempre con rodillera, hacia una felicidad que no se muere... hasta acabar muertas del cansancio tumbándose a descansar entre risas que no necesitaban motivos. Risas que aún escucho con cada recuerdo. Las dos sositas que sabían ponerse sal con gorros de cubo de palomitas. La tímida y la echá pa'lante que siempre encontraron el punto exacto para sentirse bien las dos. Tú, mi equilibrio para montar en bici después de mi primer percance rotuliano. ''Sigues sabiendo montar en bici, Pilar, eso no se olvida. Y que se rían de ti si te caes, que los mato.''
Tú, que me entendías aunque no hablara. Que sabías que no podía dejar de llorar aunque no vieses lágrimas. Que reconocías mi miedo en sonrisas que se hacían las valientes delante de la gente. Yo, que sabía que te dolían palabras de las que decías pasar. Que sabía que aunque hablaras por mi y por ti, callabas más de lo que necesitabas soltar. Que veía tu cariño infinito hasta en las palabras más bordes y en los abrazos que no supimos darnos y que no hicieron falta. Tú y yo, que nos conocemos mejor que nuestras propias madres. Y por eso ellas, no entendían que no nos hacía falta darnos dos besos al vernos y despedirnos, que ya sabíamos cuánto nos queríamos y eso estaba muy visto. Que éramos más de decirnos 'te quiero' con una mirada cuando la profesora decía ''Poneos por parejas'', con un cabo verde, con un ''amigas para siempre'' en un colgante, con fotos juntas de dos niñas que odian las fotos, con bolsas de chuches compartidas, con puntitos rojos idénticos en la mano, con confesiones secretas sobre chicos que siempre nos gustaban a las dos, con charlas nocturnas que no se acababan, con un 0131 en un porterillo sábado si y sábado también y con las lágrimas de dos chicas duras que se dieron su primer abrazo de despedida para que la otra supiera: 'Oye, que esto no se acaba'. 
Y aquí está, el día de tu decimoséptimo cumpleaños, la misma niña con la que soñabas a ser mayor, queriéndote dar un frasquito de esa felicidad inmortal que construimos juntas; para que la niña con la que yo aprendí a reírme se ría hoy más alto que nunca, con esa risa que sólo ella tiene y que yo nunca olvido. A por muchos años más con la ilusión perenne de los 6. Te quiero Martita, esto no se acaba. 

domingo, 1 de diciembre de 2013

Lo difícil de entender a las persianas.

Siempre me pareció curioso lo parecidas que son algunas palabras que tienen significados sin ningún tipo de conexión, al menos aparente. Y siempre me pareció estúpido eso de tomarse las apariencias como verdad absoluta e incuestionable. Y siempre pensé que la única forma de entender una explicación es mediante ejemplos. Así que, siendo fiel a mis creencias personales, pongamos por caso las palabras ''persona'' y ''persiana''. Sé lo que estáis pensando, pero he de deciros que no estoy loca, sólo lo aparento. Soy una persiana muy cuerda...persona, quería decir persona. Lo sé, sé que no entendéis esta curiosa comparación y que no queréis pareceros a esos seres odiosos que son las persianas. Estropeadas cada dos por tres y con  ese ruido odioso que hacen cuando son subidas por tu madre un sábado a las 12 que despierta hasta los muertos. Y digo ''hasta'' aunque verdaderamente yo recién levantada soy prácticamente como uno de ellos.
Algunos, como las persianas viejas, nos vamos estropeando con el tiempo y otros, cuando duermen, hacen ruidos similarmente molestos. Pero no es ésta la comparación que me vino a la mente al empezar a escribir esto. Me fijé en esos seres que vemos cada día a día y me centré en esas pequeñas aperturas que nos dejan ver una mínima parte de lo que está el otro lado. Y es que los seres humanos somos un poco así, algunos más que otros. Nos colocamos una barrera gris infranqueable dejando sólo entrever una pequeñísima parte de lo que hay detrás, lo que llevamos dentro de nosotros mismos. El quid de la cuestión está en encontrar a las personas adecuadas, esas que ejercen, por así decirlo, el papel de madre subiendo nuestra persiana para hacer mucho ruido y despertar así a nuestro yo real. 

INSTRUCCIONES PARA ECHAR DE MENOS

Absténgase de practicar la acción de forma no planificada, los resultados pueden ser desastrosos. Para echar de menos como Dios manda ha usted de hacer lo siguiente: En primer lugar debe usted elegir su objetivo: ¿A quién va a echar de menos? Porque doy por hecho que añora a personas, o al menos a situaciones que las impliquen, y no sólo bienes materiales tales como el plato de puchero de este mediodía que por desgracia ya no existe. Antes que nada, quiero recordarle que para practicar esta peligrosa acción debe tener usted principio de masoquismo. Una vez elegido el objetivo, debe dirigirse a un lugar en el que no sea molestado (Existe la actividad de echar de menos en conjunto..."Oh, te acuerdas cuando...?Sí, que tiempos aquellos..." odiosa para mi gusto porque siempre es excluido aquel que no ha vivido las peripecias a tratar. Lo que yo siempre digo, falta de planificación. ) A lo que iba, el lugar puede ser elegido en función de que la actividad se realice con mayor éxito. Para ello puede elegirse el sitio en el que se pasó más tiempo con esa persona o vuestro "lugar clave". Espere un momento, no se mueva, es conveniente que lleve pañuelos aunque acompañar la acción con llanto es sólo opcional. Puede hacerlo con medias sonrisas cada vez que le sale un recuerdo, si lo prefiere o hacer una mezcla de las dos. Oiga! Hablando de recuerdos, la actividad puede verse enormemente intensificada con música. Elegir vuestra canción o una que incite a esos dormilones a despertarse puede ser clave. Si se poseen recuerdos materiales puede ayudar mucho al éxito de la actividad tenerlos presentes. Bien, a continuación, póngase cómodo y respire hondo porque lo siguiente puede empezar a doler. Cuando se sienta preparado mire a su alrededor y busque los pequeños detalles que más recuerdos le traigan. No se detenga hágase daño, tiene que doler para conseguir el objetivo. Recuerde hasta que sienta a esa persona muy cerca suya. Y entonces el último empujón, si es usted lo suficientemente masoquista entonces piense en las cosas que le quedaron sin hacer con esa persona, en los "y sis" que ya no son posibles y en las cosas que le diría si estuviera tan cerca como lo siente. Ahora está usted echando de menos y puede seguir haciéndolo. No existe duración media, el echar de menos puede durar desde 5 minutos a toda una vida.

jueves, 22 de agosto de 2013

Sé tú mismo, los demás ya están cogidos.

¿Y yo qué hago aquí? La eterna pregunta del ser humano. Y la dolorosa falta de respuestas que nos hace sentir irrelevantes. Como si no pintáramos nada en este sitio extraño lleno de gente a la que ni entendemos ni nos entiende. Un cero a la izquierda. Prescindibles en la vida de la gente de nuestro entorno. ¿Notaría alguien que falto si no estuviera aquí? -No lo creo-decimos- cualquiera lo haría igual que yo. Quizás incluso mejor. Quizás hasta le haría un favor al mundo esfumándome...- .El ser humano es estúpido. Un arma de autodestrucción masiva. ¿Y para qué? Entrenamos a nuestra mente para hacerla nuestro peor enemigo. [Si fueras más guapa le gustarías al tío que pasa de ti... Si fueras menos cabezota discutirías menos con tus padres... Si fueras más divertida tendrías más amigos... Si fueras más delgada se te quedarían mirando más veces por la calle... Si fueras más lista podrías estudiar lo que quisieras y no sólo aquello a lo que te llegase la nota... Y bla bla bla.] ¿Y si fueras perfecta? Serías irreal. Aburrida. Monótona. Sin gracia ninguna. Un verdadero tostón del que no se saca absolutamente nada. Necesitamos equivocarnos. Rectificar. Y volver a equivocarnos. Hacer daño a la gente que queremos con acciones erróneas. Decir palabras de más. Gritar a destiempo. Pecar de inocentes queriendo a gente que no lo merecía. Perder el tiempo. Sentirnos los seres más imperfectos del mundo con defectos que nos ganan la partida más de una y dos veces. Ya sé para que sirve nuestra existencia. Estamos aquí para cagarla. Para meter la gamba hasta el fondo y encima con la gente que más queremos. Pensarás qué menuda mierda de misión nos han encomendado pero aún no has leído la segunda parte. Estamos aquí por la gente que ama nuestra imperfección. Que acepta cada uno de nuestros defectos. Que sigue ahí cuando nos equivocamos ayudándonos a rectificar. Que sufre por nosotros tanto como nosotros mismos. Que escucha nuestras palabras de más y gritos a destiempo. Que nos recuerda que hay gente que si merece nuestro amor. Que nos regala todo su tiempo, aunque tenga que buscarlo debajo de las piedras. Que nos hace ser mejores personas porque olvida nuestras debilidades y se centra en lo positivo que tenemos. Que también lo hay aunque no queramos verlo. Estamos aquí para amar la imperfección de los que aman la nuestra. Imperfección única e inimitable en cada ser humano. Aunque para ello tenemos primero que amar la nuestra. Aceptar nuestros defectos, pero también nuestras virtudes. Estamos aquí para sacar nuestra mejor versión personal por aquellos que estuvieron en la peor. Y aunque suene egoísta, sobretodo por nosotros mismos. Para sonreírle cada día a un reflejo en el espejo que nos agrada. 

SIÉNTETE RELEVANTE. NADIE EN ESTE MUNDO PUEDE SER TÚ. 

sábado, 22 de junio de 2013

El ideal es verte sonreír

Siempre he tenido millones de tonterías en mi cabeza, dando vueltas todo el tiempo, sin estarse quietas ni un segundo. Tonterías que solo compartía conmigo misma, por miedo a que nadie pudiese entenderlas.
Y llegaste tú, andando de puntillas y despacio, para que no pudiese escuchar como entrabas en mi vida. Y lo conseguiste. Te ganaste milímetro a milímetro mi confianza y te hiciste un hueco cada día más grande en mi corazón. Te reíste conmigo, de las tonterías que suelto y a nadie le hacen gracia, con esa risa que contagia a todo el mundo y que tanto me gusta. Compartimos momentos únicos durante 9 meses en la misma clase. Charlamos sobre tantas cosas que a veces, y gracias a mi memoria de 3 segundos, ni siquiera recuerdo. Pero recuerdo lo importante. Recuerdo que me has abrazado tan fuerte que he olvidado todas las penas por las que empezaste a abrazarme. Me has dado ánimos cuando yo ya tiraba la toalla. Me has ofrecido todo el cariño que siempre necesito y nunca sé dar, y nunca te ha importado eso. Me has dado los mejores consejos cuando me han hecho falta. Me has enseñado que ser yo misma es siempre la mejor elección. Me has sacado una sonrisa cuando creía que ya no me quedaban motivos. Me has hecho llorar de la risa y has secado mis lágrimas cuando raras veces han aparecido. Y mejor aún, has sabido ver mi tristeza sin lágrimas para poder animarme. Y lo más importante, me has dado toda tu confianza intacta al igual que yo a ti, por lo que has podido escuchar esas tonterías que a nadie más le cuento y que creía que nadie entendería, hasta que vimos que nuestras tonterías eran frecuentemente las mismas y que nadie nos entendía mejor que la una a la otra. Y ahora eres la persona que mejor me conoce, y me alegro de que seas tú. Eres una persona de las que ya no quedan. Quizás no todo el mundo entienda porqué digo esto, ni siquiera tú. Pero hay que conocerte para darse cuenta de que eres alguien especial. Alguien que se desvive por las personas a las que quiere, que mueve montañas para poner una sonrisa en el rostro de sus amigos, que le pone pequeños detalles al día a día que hacen que despertarse valga más la pena, que lo da todo sin esperar nada a cambio. Pero que a la vez hace que despierten las ganas de darle todo lo bueno que cada cual tenga dentro, porque se lo merece. Tú me has hecho creer en mi misma, en que soy capaz, en que tengo muchas cosas buenas que ofrecerle al mundo, en que no tengo que cambiar por nadie sino, a veces, por mi misma para ser más feliz. Me has hecho ver el lado bueno de la vida, aquel en el que estás tú y aquellas personas a las que quiero. Así que ahora quédate conmigo, para toda la vida, porque necesito eso y más para devolverte todo lo que me has dado. Espero que esto sea una buena forma de empezar. Sonríe GUAPA, te lo mereces. Te quiero tanto que no cabe en una entrada. 

lunes, 10 de junio de 2013

Nunca pidas más de lo que has dado

Todos nos hemos sentido así. Como si nada de lo que hacemos valiese para algo. Como si no encontráramos recompensa a nuestro esfuerzo. Como si estuviéramos perdiendo el tiempo en cosas que no nos aportan nada. Como si nadie valorara nuestros pequeños gestos. Y a veces es verdad. Es verdad que no recibimos tanto como damos. A veces ofrecemos todo nuestro amor a alguien que sólo nos quiere a ratos y mal. A veces ayudamos a alguien que no ha hecho nada por nosotros. A veces le regalamos una sonrisa a la vida y ésta nos la quita de un manotazo. Movemos montañas por quien no es capaz de mover una piedra por nosotros. Cruzamos el océano a nado por alguien que creemos que merece la pena y él ni siquiera se mojaría los pies.Nos tragamos el orgullo por la gente que nos importa, aunque ellos nunca lo hagan. Y nos cansamos. Y llegamos al punto que todos conocemos. El de decir: Ya no voy a dar nada por nadie, que lo haga el mundo por mi. Y nos volvemos, o al menos tratamos de mostrarnos, indiferentes a todo. Le ponemos a la vida la peor de nuestras caras, fruncimos el ceño y nos enfadamos con ella. Pensando que quizás se va a compadecer de nosotros y va a empezar a ofrecernos algo mejor. Pero la vida nos devuelve siempre lo que nosotros le damos. Así que sigue dando, ofrece lo mejor que lleves dentro y pon tu mejor cara. No todo el mundo va a darte tanto como tú le des, pero cuanto más des, más posibilidad habrá de recibir algo, ¿O no?

sábado, 8 de junio de 2013

Las mejores cosas vienen en frascos pequeños

La diferencia entre ser y estar feliz es algo que no todo el mundo entiende. Precisamente son los perpetuamente infelices los que no terminan de pillarlo. Ellos están felices a veces. En situaciones de plena euforia. ''Ahora estoy feliz'' dicen. ¿Cuánto dura? No lo suficiente. Pronto descubren algo que destruye su estado de gloria. Y digo descubren porque ellos mismos son los que están constantemente pendientes de esas pequeñas motas de polvo, que podrían pasar por alto y en cambio colocan como pretexto para enturbiar su felicidad. Quien quiere motivos para estar mal siempre los encuentra. Es así de sencillo. Vayámonos a la otra cara de la moneda. Contemos la misma historia en sentido contrario, fijémonos en los pececillos que van a contracorriente. Porque, desgraciadamente, son más los que se fijan en los detalles que estropean la vida que aquellos que le dan más importancia a los que endulzan la existencia. Que los hay, en todas partes y a todas horas, para quien quiere verlos. Eso es ser feliz. Vivir en los pequeños detalles que nos ofrece la vida. Valorar los pequeños gestos de las personas que tenemos a nuestro alrededor. El beso de tu madre al llegar a casa. El saludo especial que tienes con tu padre. Los buenos días de tu abuelo un sábado a la 1 de la tarde. El mote que tienes con tu hermano. Un 'Hoy tienes el guapo subío'. Un '¿Qué tal tu día?. Un mensaje de buenas noches. La sonrisa que te regala alguien a quien no conoces de nada. Un 'Gracias'. Un abrazo. Un guiño. La risa de alguien a quien quieres. O una simple palmadita en la espalda cuando no todo va bien. Y todo lo que se te esté ocurriendo mientras lees esto. Piénsalo, hay más cosas de las que en primera instancia creíamos. Hay miles de pequeñas y bonitas cosas que no vemos por estar ocupados pensando en qué va mal en nuestras vidas. No se trata de sonreír cada minuto de cada día, sino de saber que tienes motivos para seguir a pesar de que tengas ganas de tirar la toalla a veces. Y esos motivos son las personas que nos dan motivos para hacerlo.Busca la felicidad dentro de ti y cuando la encuentres, la encontrarás también a tu alrededor. Quien quiere ser feliz, puede serlo. En ti queda la decisión:¿Ser feliz siempre y estar triste a ratos o condenarse a la infelicidad estando feliz solo de vez cuando? De ti depende. 

(Adivinad de qué lado estoy.)

martes, 28 de mayo de 2013

Reconstrucción

Allí estaba ella. Igual que siempre. Los mismos miedos, las mismas pasiones. No había cambiado nada en absoluto. Era la misma persona de hace años. Pero algo no cuadraba. Algo fallaba. No podía verla con claridad, trataba de esconderse. Mostrar otra cara al mundo, una que no era la suya. Divertida para algunos. Fría con otros. Tímida para la mayoría. Arisca. Seria. Apática. Borde. Facetas que no conocía en ella. Un repertorio de máscaras que nunca imaginé que fuera a necesitar, quizás debí convencerla de que estaba bien tal y como era. Quizás nadie la convenció a tiempo. O quizás ella misma se convenció de todo lo contrario.
Un momento, ¿dónde está ahora? No puedo verla. Estaba ahí, ¿no? Y ahora solo hay un muro de ladrillo que no puedo atravesar. Creo que es su modo de aislamiento. Su modo de asegurarse que nada malo penetre en su vida. Aunque eso conlleve aislarse también de las cosas buenas. Así puede llorar a gusto y que nadie lo sepa. Así puede tener miedo sin que nadie se entere. Y querer mucho a alguien sin que el resto del mundo pueda verlo. Aunque así se pierda saber lo que se siente cuando alguien te escucha y trata de comprenderte. Aunque así sea más débil de lo que ya era por tratar de aparentar lo contrario. Aunque así mucha gente se vaya sin saber que ella les quería. Me pregunto por qué habrá actuado así. ¿Por miedo al rechazo?¿Por pensar demasiado en el qué dirán?¿Por querer agradar a todo el mundo? No creo ni que ella misma lo sepa. Lo que si es seguro es que tratando de agradar a muchos, ha dejado de agradarse a sí misma y ahora no puede salir de su fortaleza. Y cada vez es más estrecha, más alta y más fuerte. Tanto que nadie puede entrar. Y tirarla abajo o escalarla es inútil para aquellos que la quieren y lo intentan. Porque ella ya no sabe que máscara ponerse para engañar a la muralla y tirarla abajo. Porque ha pasado tanto tiempo dentro que no sabe si podrá con lo de fuera. Porque se ha olvidado de su esencia, de cómo era en aquellos tiempos que yo decía al principio. Cariñosa, sincera, despreocupada de la opinión ajena, simpática, reservada pero sociable, siempre alegre. Ella misma. Sin huir de los contratiempos, sin fingir personalidades que no eran la suya propia, sin hacer lo contrario de su voluntad por miedo a fracasar. Sin construir barreras que nadie puede derribar, salvo ella. Espero que alguna grieta de tu muro te permita escucharme:''Reconstruirte depende de ti. PUEDES. PODEMOS.''

miércoles, 24 de abril de 2013

No puedo vivir sin ti, no hay manera.

Un día. Y otro. Y otro más. Todos iguales, el mismo vacío. Un vacío que no se llena. Un vacío que parece irse por momentos, pero solo para volver de nuevo con todas sus fuerzas. Y puede contigo. Pero no quieres aceptarlo o al menos no quieres que nadie lo sepa. Fuerzas una sonrisa, aunque no sabes muy bien para qué, y vámonos que nos vamos. No vas a dejar que esto te hunda, tienes otros motivos para sonreír, ya saldrás a flote, no es la primera vez. Pero no, tu plan se desvanece en un cruce de miradas. Dos segundos y cambiamos la mirada bruscamente. Dos putos segundos que dan para todo. Dos putos segundos que me traen los mejores recuerdos para recordarme que ya no están. Que me hacen sentirme imbécil. Dos putos segundos que me obligan a replantearme las cosas. Que consiguen que quiera olvidar mi orgullo, ir ahí y deciros que ya no puedo más y que esto no tiene sentido. Pero se me han acabado los dos segundos, así que me limito a dejarlo pasar y permitir así que la tristeza me consuma un día más.Un día más con su noche. Una noche más de lucha entre pensar y dormir. Preguntándome qué estaréis pensando vosotras. Una noche más de impotencia. Una noche más de canciones que no sé si volveremos a escuchar juntas. De pensar en abrazos que nunca di y que ahora daría todos juntos. Una noche más de llorar sin lágrimas y terminar escribiendo lo que no soy capaz de decir. Sin querer dormir porque sé que me espera un nuevo día, que de nuevo poco, lo mismo de siempre. Siempre...como si hubiera pasado una eternidad..No, pero lo parece. La vida es una eternidad si falta lo más importante en ella. Me sobran motivos suficientes para pegarle una patada a mi orgullo. Él no va a darme tantos buenos momentos. Nos sobran motivos suficientes para intentar recuperar todo lo que es irreemplazable, al menos a nosotras. Y por intentarlo que no quede, ¿no?

domingo, 14 de abril de 2013

Lo que hay detrás


Saber dónde está el error ayuda a reparar el daño, como cuando te sangra la rodilla al caerte aprendiendo a montar en bici. Sabes que te duele justo ahí y puedes verlo, y pedirle a tu madre que te cure. Claro que, con el dolor físico, siempre es mucho más fácil. El dolor que sentimos por dentro de nosotros mismos es mucho más complejo. Podemos sentirlo pidiéndonos a gritos que le pongamos una tirita. Pero no podemos verlo. No sabemos exactamente dónde está. Duele mucho, pero en tantos sitios a la vez que no lo localizamos. 
Con los problemas pasa un poco de lo mismo. Podemos arreglarlos ,o al menos podemos intentarlo, cuando sabemos que están ahí. Cuando localizamos la zona de dolor. La verdadera impotencia llega cuando tenemos el problema detrás nuestra todo el tiempo. Nos giramos pero es más rápido que nosotros, así que nunca lo vemos. No sabemos que existe. Y vivimos felices, e ingenuos, pensando que todo va bien mientras cargamos con el problema a la espalda.  Y el problema, listo como él solo, se alimenta de nuestra ingenuidad. Y crece. Y crece. Y crece. Tanto que se hace más grande que nosotros. Tanto que empieza a pesarnos. Cada día un poco más, hasta que ya no podemos con él y nos caemos de espaldas a la realidad. Y todo porque nunca supimos verlo. Todo porque nadie nos dijo: Ten cuidado, que lo llevas detrás. Y ahí estás, tirado en el suelo, pensando cuánto tiempo llevan los momentos felices siendo un engaño. Preguntándote a ti mismo cómo vas a quitártelo de la espalda para poder levantarte de nuevo y huir de él. Y si merece la pena el esfuerzo de intentarlo.

lunes, 25 de febrero de 2013

La medicina universal


¿Hay algo más espontaneo que un abrazo? Simple, sincero y cómodo. Momento eterno donde los haya. Es bonito, ¿no? Quieres decirle a alguien cuánto lo quieres y sólo tienes que alzar los brazos, traerlo contigo y apretarlo con todas tus ganas. Y por unos segundos sientes que sostiene tu vida y que te dice: ''Aquí estoy yo''. Y aquello causa en ti tal grado de satisfacción que durará tanto como recuerdes ese instante. Y es que a veces esos segundos no mueren nunca, permanecen en ti para siempre. Porque algunos abrazos se sienten tanto que es imposible olvidarlos. Hablo de esos con sabor a reencuentro,  esos que se han aguantado tanto tiempo que cuando llegan explotan junto con todos aquellos que no se han podido dar.
Hablo de el ''primer abrazo'', ese que te demuestra que tu confianza con esa persona ha crecido tantísimo en tan poco tiempo, que necesita expresarse de algún modo, ¿Y qué mejor modo? Hablo de los abrazos que reconcilian, esos que te hacen pensar cómo diablos has podido ser tan estúpido de enfadarte con una persona que vale tantísimo, los que intentan decir ''Menos mal, no aguantaba un segundo más sin ti.''
Hablo de los abrazos que te dan cuando no los pides.Y cuando uno no los pide es cuando más lo necesita. Esos que recibes con un nudo en la garganta con lágrimas que habías podido aguantar hasta ese momento. Y entonces sientes que aquellos brazos te protegen  y aquella persona te entiende. Y ayuda, bastante. Y estos abrazos, más tarde o más temprano se responden. Necesitan otro de agradecimiento, mucho más alegre, que demuestre lo mucho que le ayudaste. Que diga: ''¿Qué haría yo sin ti?''. Y todo esto sin decir nada, con un simple gesto que dice tantísimo. Que es capaz de expresar lo mejor que llevamos dentro de nosotros mismos, para dejarlo eternamente en el alma de otras personas.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Que la vida te sorprenda.

¿Hay algo más simple que una pompa de jabón?  Y aun así, es motivo suficiente para que un niño la mire perplejo. Es curiosa, la facilidad con que te sorprendes cuando eres pequeño. Lo más mínimo vale. Un caramelo, una flor, un cubo y una pala. Porque cuando eres un niño, es más que eso. El caramelo no es un caramelo cualquiera, es el que acaba de darte tu abuelo diciéndote que se lo ha traído un pajarito. Y dondequiera que esté el pajarito, tu le das las gracias. Una flor es solo una flor hasta que decides cojerla para llevarsela a tu madre y ella, aunque sabe que no va a aguantar más de un día sin marchitarse, la pone en agua para que sonrías. Y un cubo y una pala son  las herramientas perfectas para descubrir un tesoro en la playa o incluso llegar a la China, todo es posible. Pero los niños crecen, y los mismos que se sorprendían, ahora viven un día a día rutinario. Sin sorpresas. Sin emociones ni pequeños descubrimientos. Sin aprendizaje. Sin dejar volar un poco la imaginación.Comprendes que tu abuelo es el pajarito, que tu madre nunca guardó las flores y que la China está demasiado lejos  para llegar desde Punta Umbría.  A medida que te haces mayor, más convencido estás de que ya no te queda nada por ver. Y es precisamente, esa errónea idea, la que nos ciega. Y día tras día matamos al niño que un día fuímos, condenándolo a desaparecer. Y junto al niño, se va la chispa de la vida. Esa que nos hacía despertar saltando de la cama el primer día de colegio. Esa que nos hacía arrancar la flor para mamá. La que nos daba fuerza para seguir cavando. La que nos hizo silbar por si le daba por aparecer al pajarito con un caramelo. La misma que no nos dejaba dormir el día de reyes. La que nos dejaba en Babia por culpa de una pompa de jabón. ¡Qué tontería! Con lo fácil que es ser niño... qué estúpidos son los mayores. Se sienten más maduros por vestir traje y corbata y llevar un maletín, o tener bigote. Y lo cierto, es que sus pajaritos siguen ahí, con el caramelo en el pico, esperando a un niño que ya no está.

domingo, 20 de enero de 2013

MARTA


Ya ha pasado otro año. Hoy es el día, otra vez 20 de enero. Tu día. El día que muchos esperábamos por ser la excusa perfecta para recordarte cuanto te queremos. Y digo cuánto por decir algo porque en realidad dudo mucho que pudiera darte una cifra que reflejara lo que significas para mí. Así que voy a dejar los números a un lado y usaré mejor las palabras, que dicen mucho más. Hace unos pocos de años tratábamos de imaginarnos como seríamos cuando tuvieramos 16 años. Lo que no sabíamos es que el tiempo pasaría tan rápido. Y ahora aquí estamos, como siempre, yo aún sin creerme que tengo 15 y tu con 16, eso no ha cambiado. Y nosotras seguimos siendo las mismas, un poco más viejas.
Llevo toda la mañana sonriendo recordando cosas de cuando aún veíamos este presente demasiado lejos. Cuando hacías el avión por mi casa celebrando un gol del Sevilla, japuti. Cuando me dijiste que te habías alegrado de que el Betis descendiera hasta que te acordaste de mi, de que yo no estaría tan feliz. Cuando tuviste que explicar unas 8753 veces qué me pasaba en la rodilla si la gente preguntaba. Cuando tu mami nos llevaba a ver High School Musical. Por cierto, aún no se me ha quedado pequeña la sudadera jaja. Cuando flipábamos con nuestros primeros móviles, aunque ahora veamos que eran una shit. Cuando te libre de una bromita en Fuenteheridos y gastamos nosotras una mejor con tu papi. Cuando jugábamos al esconder con Víctor en mi cuarto y no había forma de encontrarte porque cabías en todos lados. Cuando no te separabas de tu peine ni para dormir y llevabas siempre tu coleta con tu irremplazable gomilla roja.  Cuando desayunabamos churritos en tu casa. Cuando me enseñabas tu belén de plastilina. Cuando comiamos cereales en tu cocina, eso sí , tu con y yo sin leche. Cuando me dijiste que el momento que peor lo habías pasado de tu vida fue cuando me partí el brazo. Cuando dijiste por el telefonillo: ''Mami, que Pilar se ha hecho un poquito de daño.'' Cuando me decías que era muy fuerte y valiente,yo me lo creía, y cualquier cosa que me pasara me dolía menos. Cuando me ayudabas a abrocharme el botón del pantalón porque yo no podía con una sola mano. Cuando nos viciabamos al Wii Fit, el Rayman Rabbids o el Profesor Layton.  Cuando hablábamos nerviosas por messenger antes de irnos de viaje de fin de curso. Cuando me regalaste un cabo verde que aún llevo, pero ya esta dejando de ser verde. Cuando tenías que enchufarme una lucecita para dormir, porque me daba un poquito de miedo la oscuridad. Cuando lo más importante era haber llegado al Micho 3 y luego sabernos las canciones de flauta ''a boli''. Cuando nos cambiamos las camisetas para la foto del cole. Y podría seguir eternamente, tantos años dan para mucho. Pero ya he sonreído bastante por hoy, ¿y tú? Espero que sí, porque te lo mereces más que nadie. Nadie ha sido capaz de hacerme tan feliz como tú, de hacerme volver a pensar por momentos que los 16 siguen muy lejos, que tengo de nuevo 6 años y que no hay preocupaciones tontas de adolescentes. 
Por eso, Martita, tu eres especial. Por eso hoy, 10 años después, sigo siendo la Pilapi que más te quiere cada día, y que cada año, un 20 de enero, trata de demostrarlo. Felicidades pesito pluma , te quiero mucho.