viernes, 10 de noviembre de 2017

La gente importante nunca llama al timbre

Blindamos nuestro corazón como si se tratara de una casa. Cerramos las puertas y ventanas para evitar el peligro. Hasta bajamos las persianas para que no nos vean, para que no sepan que hay dentro. Escondemos nuestras pertenencias más valiosas por miedo a que las dañen o las perdamos para siempre. Echamos llaves y pestillos, colgamos un cartel de NO PASAR. Eso nos hace sentir fuertes, invulnerables, indestructibles. Pero la verdad es que cuánta más seguridad colocamos como barrera en nuestro corazón, mayor es el reflejo de nuestra propia inseguridad. Tememos que nos dañen, que conozcan nuestros tesoros... la alfombra donde escondemos el polvo y los problemas, el cajón de los recuerdos y nuestro rincón de llorar; porque entonces podrían darnos donde más nos duele. Nos ha pasado antes. De ahí los cerrojos. Una llave nueva por cada decepción. Por eso es tan difícil salir rápido de esta fortaleza. Porque a veces cuesta encontrar todas las llaves y recordar qué puerta abre cada una.
Pero a veces, no demasiadas, merece la pena. Y las encontramos todas, las agrupamos y les hacemos una copia para dárselas a alguien con quien nos sentimos seguros sin cerrojos y con las ventanas abiertas. Y, entonces, creemos ciegamente que esa persona no se irá jamás y esperamos con toda nuestra fuerza no tener que añadir una nueva puerta, un nuevo cerrojo, otra llave. Se llama confianza y, mientras dura, es un candado abierto, una alfombra de bienvenida y un "Tú como si estuvieras en tu casa".

Quien vive en tu corazón tiene ese derecho. 

Resultado de imagen de llaves en llavero

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Un blog se alimenta de comentarios. Haz tu aportación.