domingo, 27 de noviembre de 2011

Interminables

Las escaleras...qué curiosa construcción. Cuántas veces las veremos en nuestra vida diaria. Cuántas veces nos quejaremos de ellas a lo largo del día y cuántas otras las subiremos y bajaremos de forma automática, sin ni siquiera darnos cuenta.
Si se indaga un poco más en el tema, uno se da cuenta de que las utilizamos de referencia a la hora de hablar de muchos temas. Sobre todo cuando hablamos de retos, de metas, de sueños.
Utilizamos la frase de: ''subiendo peldaño a peldaño llegamos a donde queremos. ''
Seamos realistas, hay que tener en cuenta muchos factores a la hora de subir peldaño a peldaño.
Por ejemplo, no es lo mismo subirlo con dos bolsas de la compra que con un armario empotrado a cuestas.
También la pendiente de la escalera. Asumámoslo, acojona más cuando tiene tanta pendiente que no logras alcanzar con la vista el final.
Habría que tener además en cuenta las ganas de subir escaleras que tengas ese día, que a su vez podría depender de la hora en que se produjese.
Y ni decir queda que otro factor importante sería la autocapacidad de cada persona. Obviamente no es lo mismo para un bebé que para un anciano que para un chaval en plena flor de la vida. Ni tampoco para aquel que tiene problemas en las piernas y el que no.
Pero si olvidamos todos estos factores, hay uno que los sobrepasa a todos por encima con diferencia.
Y ese factor no podría ser otro que la persona que te espera arriba del todo.
Muchas veces, dependiendo de qué persona estemos hablando, olvidamos todas las cosas anteriores.
Porque la única verdad que tienen las escaleras es que
son interminables cuando nadie te espera al final.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Siempre es buen momento para decir te quiero.

Hoy es uno de esos días en los que no confías en ti, ni tan siquiera para escribir.
Lo poco que haces es achacarte cosas, buscarte los fallos y repetirte cuáles son tus mayores defectos.
Enfadarte contigo misma por no hacer cosas que quieres hacer y odiarte por no decir las cosas que quieres decir cuando tienes que decirlas.
De repente, te das cuenta de que...llevas toda tu vida haciendo lo mismo. Arrepintiéndote de cosas , odiándote por no ser capaz, prometiéndote a ti misma año tras año que vas a cambiar en ese aspecto, aunque después nunca lo consigas.
Por un momento te paras a pensar en el porqué no lo consigues. Y llegas a una conclusión: No lo haces porque crees que no puedes hacerlo.
Confías demasiado en el tiempo y muy poco en ti.
Piensas que para qué hacer las cosas hoy pudiéndolas hacer en otro momento, pero no es así.
Si de verdad estas harta de achacarte cosas, buscarte fallos y repetirte tus defectos, de odiarte y sobre todo de arrepentirte por no hacer cosas. Entonces empieza a confiar hoy en ti y demuéstrale al mundo de lo que eres capaz, antes de que sea demasiado tarde.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Aprender a aprender.

Todos tenemos algo en común. Nadie se libra del dolor.
La vida no entiende de favoritos, y tarde o temprano a todos nos toca sufrir.
De todos esos, unos pocos tenemos la suerte de poseer una defensa. Un escudo, nuestra coraza.
Hemos de sentirnos afortunados por tener a alguien que se preocupa por nosotros en cada mínimo detalle.
Alguien que tiene miedo de que una lágrima se deslize por una de nuestras mejillas.
Alguien que no dejaría que nos pasase nada, incluso si eso significase sufrir él.
No lo niego, es una gran suerte.
Pero un día pasa que esa persona no puede estar en todas partes a la vez y, como es normal, no puede protegernos siempre. Ese día nos sentimos vulnerables, indefensos.
Igual que un niño pequeño si le falta su flotador y no se atreve ni a mojar sus pies en la orilla, por si acaso.
Es genial tener a alguien de tu lado que te ayude a sostener el peso de la vida; pero llegará un día en el que tengas que enfrentarte a tus miedos tú solo. Un día en el que tengas que elegir tú que camino tomar, sopesando por tí mismo los pros y los contras. Un día en el que tengas que tirarte al agua y aprender a nadar, eso sí, esta vez sin salvavidas.